Paseos con Montaigne, el libro que te hará observar la vida y preguntarte qué es lo que
verdaderamente sabes.
Editorial Universo de Letras pone en el mercado las memorias del escritor Rafael Orihuel, en las que
examina lo logrado en su existencia «en compañía» del sabio francés que se encerró en su torre para
pensar en soledad.
«Recientemente me retiré a mi casa, decidido a no hacer otra cosa, en la medida de mis fuerzas,que
pasar descansado y apartado la poca vida que me resta». Son palabras literales con las que Rafael
Orihuel arranca un libro tan conmovedor como transmisor de conocimiento. En los tiempos
actuales, tan líquidos y próximos a eso que se ha dado en llamar transhumanismo, resulta muy de
agradecer que aparezca en el mercado literario un volumen que analice con un fino bisturí literario en
qué consiste la condición humana.
Natural de Gandía, Orihuel ha impresionado a los editores de Universo de Letras por su capacidad de
echar la vista atrás y armar unas memorias de una manera tan cercana y profundamente amena que
uno se siente compañero suyo en el pensar y recordar. Su particular simbiosis con el moralista
francés que inventó el género del ensayo es una cuestión que han de celebrar los lectores como
medio para poner pie en pared y evaluar las cosas, en lugar de vivir de la manera tan acelerada como
se hace en la actualidad.
La metaliteratura está de enhorabuena con este volumen que funciona como hacían los antiguos
peripatéticos, aquellos discípulos de Aristóteles que pensaban en las cuestiones esenciales de la vida
mientras daban un paseo por el jardín que se encontraba en los alrededores de un templo erigido para
dar culto a Apolo Licio. En nuestro caso, el château del Périgord se erige como punto de partida y de
eterno retorno a ese paseo figurado que Orihuel lleva a cabo atravesando siglos de conjeturas y
certezas.
La vida y la muerte, el trabajo, los hijos, el amor, la patria, la religión, los libros, la educación, la
política… La lucidez con la que examina el autor su propia vida y, por ende, la del tiempo que le ha
tocado vivir, siempre con la referencia de aquel sabio francés, genio del Renacimiento, conforma una
obra de mirada larga que gustará leer y releer porque atesora la asombrosa capacidad de
hacernos sentir acompañados en este mundo.
Un libro incontestable, no hay dudas.
RESEÑA
A quien le ahogue el sentimiento de la soledad, tiene en este libro un asidero para remontar el vuelo y
sentir que la literatura es el mejor bastión al que agarrarse. Rafael Orihuel ha armado un luminoso
libro, a caballo entre unas memorias personales y un ensayo sobre la condición humana, que
gira en torno al sabio francés que se encerró en la torre de su castillo con la noble pretensión de llegar
a conocerse a sí mismo.
La devoción que Orihuel tiene por aquel renacentista que tanto nos enseñó sobre el valor de la pausa y
el alejamiento del ruido para poder discernir con claridad queda patente en una narración soberbia,
edificada con una enorme honestidad y que únicamente puede calificarse como un festín literario.
Para redondear esta propuesta, tan cálida como analítica, hay que señalar que está escrita con el
hallazgo que todos los autores persiguen y que sólo los elegidos encuentran: la amenidad profunda.
Desde allá donde se encuentre, aquel alcalde de Burdeos tan particular debe de haber esbozado una
sonrisa al saber que su legado intelectual permanece en pie con esta obra.