Rafael Orihuel autor

Cuando me hacían leer en el colegio me sentía bien. Leía todo seguido, y al contrario que la mayoría, no me enganchaba, no tartamudeaba, no dudaba ante las palabras difíciles.

En cambio en el recreo todos me ganaban. No sabía jugar al fútbol. Si alguna vez, porque les faltaba alguien para ser once, me admitieron, acabaron riñéndome, pues con mi torpeza les hacía perder.

De modo que leyendo en voz alta en clase, gracias a las palabras, que acudían en mi ayuda, mi orgullo se restauraba.

Poco a poco empezó a ganarme la palabra escrita. Más tarde, en una de esas gripes que se pasaban en cama, leyendo esos libros de Bruguera mitad texto mitad tebeo, y de las que se salía un poco más alto, sentí el deseo irrefrenable de pasarme al otro lado: algún día, me juré, escribiré un libro y encontraré a mi John Silver.

Desde entonces he escrito y he leído, más lo segundo que lo primero (aunque en el fondo son la misma cosa), pero también he trabajado, he amado, he viajado, he reído a carcajadas y he vivido.

La vida me ha dado una esposa, dos hijos, amigos, gatos y muchos libros. No es lo más importante, pero por qué no decir que mi nombre figura en un par de ellos: De la duración del amor (2008) y El surco es el alma del vinilo (2015).

Son libros de relatos, que algunas personas desconocidas tuvieron la bondad de premiar en esos concursos en los que a cambio de escribir algo que le gusta a un jurado te dan un dinero. Me sentía bien con esos relatos, pero pensando que necesitaba pasarme a otro género, caí en el vano empeño de escribir una novela. Fueron varios intentos, en realidad, y a cada cual peor. Montaigne ya andaba por ahí, pero yo no quería verlo. Me miraba de reojo, se rascaba la barbilla y se llevaba las manos a la cabeza. Oh mon Dieu! musitaba, con su acento gascón.

Tuvimos que pasar una pandemia. Ese bendito y terrible, y miserable pero aún así bendito y depurativo confinamiento me hizo escuchar y comprender al fin sus palabras:

—Orihuel, bonico, eso no es lo tuyo; mírate a ti mismo y sé tú tu mejor argumento.

Tenía razón. Y además, ya lo dijo Horacio, y Montaigne nos lo recuerda en los Ensayos: mezcla un poco de locura en tu sensatez

Cuando me hacían leer en el colegio me sentía bien. Leía todo seguido, y al contrario que la mayoría, no me enganchaba, no tartamudeaba, no dudaba ante las palabras difíciles.

En cambio en el recreo todos me ganaban. No sabía jugar al fútbol. Si alguna vez, porque les faltaba alguien para ser once, me admitieron, acabaron riñéndome, pues con mi torpeza les hacía perder.

De modo que leyendo en voz alta en clase, gracias a las palabras, que acudían en mi ayuda, mi orgullo se restauraba.

Poco a poco empezó a ganarme la palabra escrita. Más tarde, en una de esas gripes que se pasaban en cama, leyendo esos libros de Bruguera mitad texto mitad tebeo, y de las que se salía un poco más alto, sentí el deseo irrefrenable de pasarme al otro lado: algún día, me juré, escribiré un libro y encontraré a mi John Silver.

Desde entonces he escrito y he leído, más lo segundo que lo primero (aunque en el fondo son la misma cosa), pero también he trabajado, he amado, he viajado, he reído a carcajadas y he vivido.

La vida me ha dado una esposa, dos hijos, amigos, gatos y muchos libros. No es lo más importante, pero por qué no decir que mi nombre figura en un par de ellos: De la duración del amor (2008) y El surco es el alma del vinilo (2015).

Son libros de relatos, que algunas personas desconocidas tuvieron la bondad de premiar en esos concursos en los que a cambio de escribir algo que le gusta a un jurado te dan un dinero. Me sentía bien con esos relatos, pero pensando que necesitaba pasarme a otro género, caí en el vano empeño de escribir una novela. Fueron varios intentos, en realidad, y a cada cual peor. Montaigne ya andaba por ahí, pero yo no quería verlo. Me miraba de reojo, se rascaba la barbilla y se llevaba las manos a la cabeza. Oh mon Dieu! musitaba, con su acento gascón.

Tuvimos que pasar una pandemia. Ese bendito y terrible, y miserable pero aún así bendito y depurativo confinamiento me hizo escuchar y comprender al fin sus palabras:

—Orihuel, bonico, eso no es lo tuyo; mírate a ti mismo y sé tú tu mejor argumento.

Tenía razón. Y además, ya lo dijo Horacio, y Montaigne nos lo recuerda en los Ensayos: mezcla un poco de locura en tu sensatez

Mi currículo literario

He publicado, con anterioridad a PASEOS CON MONTAIGNE, los siguientes libros:

DE LA DURACIÓN DEL AMOR. Obra Social Caja España, Valladolid, 2009.

Colección de relatos que recibió en 2008 el premio Caja España de Libro de Cuentos.

Mi currículo literario

He publicado, con anterioridad a PASEOS CON MONTAIGNE, los siguientes libros:

DE LA DURACIÓN DEL AMOR. Obra Social Caja España, Valladolid, 2009.

Colección de relatos que recibió en 2008 el premio Caja España de Libro de Cuentos.

EL SURCO ES EL ALMA DEL VINILO. Ediciones Oblicuas, Barcelona 2015.

Colección de relatos de temática musical, con fotografías y una segunda parte a modo de ensayo sobre el mundo del vinilo.

EL SURCO ES EL ALMA DEL VINILO. Ediciones Oblicuas, Barcelona 2015.

Colección de relatos de temática musical, con fotografías y una segunda parte a modo de ensayo sobre el mundo del vinilo.

Mis relatos han sido premiados, entre otros, en los siguientes CONCURSOS LITERARIOS DE CUENTO/RELATO:

De la duración del amor (colección de relatos): Caja España, de Valladolid, 2008.

De una prenda íntima hallada en el patio de un convento: Gabriel Miró, de Alicante, 2004.

El archipiélado del tiempo: La Pluma Exacta, de Pinto (Madrid), 2002.

Los nombres de Juana: Fernández Lema, de Luarca (Asturias), 2001.

Et in Arcadia ego: Ciudad de Elda (Alicante), 2001.

El país de la lencería: Jara Carrillo, de Alcantarilla (Murcia), 2000.

Celia: Villa de Lodosa (Navarra), 1999.

Dennis, Blake y los pasos en la escalera: Ciudad de Villajoyosa (Alicante), 1984.

Mis relatos han sido premiados, entre otros, en los siguientes CONCURSOS LITERARIOS DE CUENTO/RELATO:

De la duración del amor (colección de relatos): Caja España, de Valladolid, 2008.

De una prenda íntima hallada en el patio de un convento: Gabriel Miró, de Alicante, 2004.

El archipiélado del tiempo: La Pluma Exacta, de Pinto (Madrid), 2002.

Los nombres de Juana: Fernández Lema, de Luarca (Asturias), 2001.

Et in Arcadia ego: Ciudad de Elda (Alicante), 2001.

El país de la lencería: Jara Carrillo, de Alcantarilla (Murcia), 2000.

Celia: Villa de Lodosa (Navarra), 1999.

Dennis, Blake y los pasos en la escalera: Ciudad de Villajoyosa (Alicante), 1984.

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